Si os dais un paseo por el Albaicín, después de leer estos cuentos, puede que penséis: íBah! íFantasías, chifladuras de escritores! ¿Dónde están, ahora, todos esos niños de los cuentos, que juegan en las plazas y llenan de risas y alegría las callejas? ¿Y esas abuelas, un poquito cascarrabias, de tanto subir y bajar las cuestas, que se olvidan de quitarse el delantal cuando salen a la calle? ¿Y todos esos gatos lustrosos que viven en los tejados y maúllan a la luz de la luna?
¿Acaso idealizar un barrio, una ciudad, unos paisajes, unas gentes, en general un modo de vida, no es intentar desvelar su esencia, en realidad?